Gara y Jonay – Historia de amor trágico entre una princesa gomera y un príncipe tinerfeño.
Introducción
En las brumas del tiempo, donde el océano Atlántico abraza las Islas Canarias, yace una historia de amor tan intensa como la lava que fluye desde las entrañas de Teide. Es la leyenda de Gara, la princesa de La Gomera, y Jonay, el noble heredero de Tenerife. Un relato tejido con hilos de pasión, maldición y un destino tan implacable como las aguas que separan sus reinos. Los ancianos cuentan que sus espíritus aún vagan entre los bosques de laurisilva, susurrando secretos en el viento que atraviesa los barrancos.
La tradición oral ha preservado este misterio, transmitido de generación en generación, como un eco de un tiempo en que los dioses antiguos aún influían en los corazones de los hombres. Gara, cuyo nombre evoca la dulzura de las aguas gomeras, y Jonay, cuyo valor rivalizaba con la altura del Teide, fueron víctimas de un amor prohibido, marcado por la sombra de un augurio funesto.
Nudo
Cuentan las crónicas que, durante las fiestas del Beñesmén, celebración sagrada de los antiguos guanches, Jonay cruzó el mar desde Tenerife hasta La Gomera. Allí, en las verdes tierras de Garajonay, conoció a la princesa Gara, cuya belleza era comparada con la luna reflejada en las aguas de Hermigua. Desde el primer instante, sus almas quedaron entrelazadas, como las raíces de los árboles sagrados que habitan el bosque encantado.
Sin embargo, los augures no tardaron en pronunciar su terrible profecía. Un chamán, al observar el humeante pico del Teide, advirtió que la unión de Gara y Jonay desataría una maldición sobre ambos pueblos. "El fuego y el agua jamás deben unirse", murmuró con voz temblorosa, señalando hacia el mar que separaba las islas. Las familias reales, temerosas de la ira de los dioses, prohibieron el amor entre los jóvenes.
Pero el corazón no conoce de mandatos. Jonay, desafiando a su padre, regresó en secreto a La Gomera, donde Gara lo esperaba entre los riscos de Alto de Garajonay. Juntos, juraron huir, ignorando los presagios que, como sombras, los perseguían. La noche en que decidieron escapar, una niebla espesa descendió sobre la isla, y el mar rugió con furia inusitada, como si las propias deidades se opusieran a su fuga.
Desenlace
Acorralados por sus perseguidores y por la naturaleza desatada, Gara y Jonay ascendieron hasta la cumbre más alta de La Gomera. Allí, bajo la mirada silenciosa del Teide, tomaron una decisión desesperada. Con las manos entrelazadas y un punzón afilado, eligieron la muerte antes que la separación. La leyenda dice que, en el momento en que sus almas partieron, una columna de humo se elevó desde el volcán, y las aguas del mar se tiñeron de rojo al amanecer.
Desde entonces, se dice que en las noches de luna llena, los espíritus de Gara y Jonay se reúnen en el bosque de Garajonay, donde susurran palabras de amor eterno. Los viajeros que se aventuran por esos senderos cuentan haber escuchado risas y lamentos entre la niebla, mientras el viento lleva consigo un aroma a flores desconocidas y ceniza volcánica.
Hoy, el Parque Nacional de Garajonay, nombrado en su memoria, guarda el misterio de esta trágica historia. Las piedras, los árboles y las nubes que coronan la montaña parecen susurrar su nombre, recordando que, incluso en la oscuridad de la muerte, el amor perdura más allá de las maldiciones y el tiempo.
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