La Dama de la Fuente – Espíritu que protege las aguas de Firgas, Gran Canaria.
Introducción
En las brumas del tiempo, donde la memoria se confunde con el misterio, yace una leyenda que ha perdurado en los corazones de los habitantes de Firgas, en Gran Canaria. Se trata de la enigmática Dama de la Fuente, un espíritu protector cuyos susurros aún resuenan entre las aguas cristalinas de este pueblo. Su presencia, entre lo etéreo y lo tangible, ha sido transmitida de generación en generación, tejiendo un relato que oscila entre la devoción y el temor.
Las aguas de Firgas, conocidas por su pureza y vitalidad, han sido desde tiempos ancestrales un símbolo de vida. Pero quienes se acercan a sus manantiales al caer la noche juran haber visto una figura espectral, vestida de blanco, custodiando el líquido elemento. Algunos la llaman guardiana, otros, una maldición. Su historia, como las sombras que proyecta la luna sobre las rocas volcánicas, es larga y oscura.
Nudo
Cuentan los ancianos que, siglos atrás, una joven de nombre Catalina habitaba en las tierras altas de Firgas. De belleza etérea y corazón bondadoso, dedicaba sus días a cuidar de los manantiales, asegurándose de que ni humanos ni bestias contaminaran sus aguas. Sin embargo, su devoción despertó la envidia de un poderoso terrateniente, quien, cegado por la codicia, deseaba desviar el curso del agua para sus propios fines.
Una noche de luna roja, el hombre y sus secuaces la sorprendieron junto al manantial sagrado. Ante su negativa a abandonar el lugar, la asesinaron sin piedad, arrojando su cuerpo a las profundidades de la fuente. Desde entonces, se dice que el agua corrió teñida de rojo durante tres días, y un lamento desgarrador resonó entre las montañas. Pero la muerte no fue el final para Catalina.
Al tercer amanecer, una figura femenina emergió de las aguas, ahora vestida con un traje vaporoso que brillaba bajo la luz de la luna. Su rostro, aunque sereno, estaba marcado por una tristeza infinita. Los lugareños pronto descubrieron que aquellos que osaban dañar las fuentes o tomar más agua de la necesaria eran víctimas de extrañas desgracias: enfermedades repentinas, sueños atormentados por una mujer que los arrastraba hacia las profundidades, o incluso desapariciones inexplicables. La Dama de la Fuente había regresado, pero no como la protectora que una vez fue, sino como un espíritu vengativo.
Desenlace
Con el paso de los años, los habitantes de Firgas aprendieron a venerar a la Dama, dejando ofrendas de flores y velas junto a los manantiales. Se dice que, si te acercas al agua al atardecer y pronuncias su nombre con respeto, puedes escuchar el leve susurro de su voz en el viento. Pero aquellos que ignoran las advertencias y profanan las fuentes aún sufren su ira. Algunos aseguran haber visto, en las noches de niebla, una silueta pálida que vigila desde las sombras, sus ojos brillando como estrellas caídas.
Hoy, la leyenda de la Dama de la Fuente sigue viva, un recordatorio de que la naturaleza y lo sagrado no deben ser violados. Las aguas de Firgas fluyen limpias y generosas, pero bajo su superficie yace un secreto ancestral, una presencia que nunca se ha ido del todo. ¿Es Catalina una protectora o una entidad atrapada entre dos mundos? La respuesta, como susurra el viento entre los barrancos, pertenece al reino de lo desconocido.
Y así, entre el respeto y el temor, la Dama permanece, eterna guardiana de las aguas, un alma atada a la tierra que amó en vida y que, en muerte, jamás abandonará.
Deja una respuesta