El guardián de Ansosa – Espíritu protector del valle de Hermigua.
Introducción
En el corazón de La Gomera, entre las brumas que abrazan las cumbres y los valles profundos, se esconde una leyenda que ha resistido el paso de los siglos. El Valle de Hermigua, con su exuberante vegetación y sus barrancos labrados por el tiempo, guarda un secreto ancestral: la presencia del Guardián de Ansosa, un espíritu protector cuya existencia se entrelaza con el destino de quienes habitan estas tierras. Los pastores más viejos susurran su nombre junto al fuego, advirtiendo a los curiosos que no todos los misterios están destinados a ser revelados.
Cuentan que, en las noches de luna llena, una figura espectral recorre los senderos de Ansosa, vigilando con ojos que brillan como carbones encendidos. Algunos dicen que es un alma en pena, otros juran que es un antiguo dios guanche que nunca abandonó su territorio. Lo único cierto es que su presencia impregna el aire de un misterio inquietante, una sensación de que algo —o alguien— observa desde las sombras.
Nudo
La leyenda se remonta a tiempos anteriores a la conquista, cuando los guanches habitaban estas tierras en armonía con los espíritus de la naturaleza. Según las crónicas orales, Ansosa era un lugar sagrado, un refugio donde los antiguos celebraban rituales bajo la atenta mirada de su protector. Pero todo cambió cuando un grupo de invasores profanó el valle, talando sus árboles sagrados y manchando la tierra con sangre. Fue entonces cuando el Guardián despertó, y su ira se desató como un vendaval.
Los primeros en desaparecer fueron los profanadores. Sus cuerpos nunca fueron encontrados, aunque los pastores aseguraban haber visto siluetas arrastrándose hacia las profundidades del barranco, seguidas por un susurro que helaba la sangre: "Ansosa no perdona". Con los años, el miedo se convirtió en respeto, y los habitantes de Hermigua aprendieron a honrar al espíritu, dejando ofrendas de frutas y miel en los límites del valle. Pero aquellos que ignoraban las advertencias… no volvían a ser los mismos.
En el siglo XIX, un joven pastor llamado Tomás desafió la leyenda. Creyendo que el Guardián era solo un cuento para asustar a los niños, se adentró en Ansosa una noche de niebla espesa. Al amanecer, lo encontraron al borde del sendero, demacrado y con los ojos vacíos. Murió tres días después, balbuceando palabras en una lengua olvidada. Los ancianos afirmaron que el espíritu le había mostrado el peso de su maldición.
Desenlace
Hoy, el Guardián de Ansosa sigue siendo un símbolo de protección y temor. Los lugareños evitan el valle después del ocaso, y los turistas que se aventuran en sus senderos a menudo regresan con historias de sombras que los siguen entre los árboles. Algunos incluso juran haber escuchado pasos detrás de ellos, solo para girarse y encontrar el camino desierto. Pero hay algo innegable: cuando el viento baja desde las montañas, llevando consigo el aroma de la laurisilva, muchos sienten que no están solos.
¿Es el Guardián un defensor de la tierra o un espectro atrapado en su propia tragedia? La respuesta puede estar en las piedras cubiertas de musgo, en los suspiros del bosque, o en el eco lejano de una voz que susurra desde la oscuridad. Lo único seguro es que, mientras el valle de Hermigua exista, su protector permanecerá… esperando.
Y así, la leyenda perdura, tejida en el alma de La Gomera, recordándonos que hay fuerzas más antiguas que el hombre, y que algunos misterios es mejor no desvelar.
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