El Tesoro de la Playa de El Médano – Botín pirata en Tenerife.

"El oro brilla bajo la luna, pero quien lo toca jamás verá el amanecer."

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Introducción

En las costas de Tenerife, donde el viento sopla con la fuerza de los siglos y las olas susurran secretos olvidados, se esconde una leyenda que ha inquietado a generaciones: el tesoro de la Playa de El Médano. Este relato, tejido entre la bruma del tiempo y el eco de los piratas, habla de un botín maldito, enterrado bajo las arenas doradas de este paraje volcánico. Según la tradición oral, quienes han intentado desenterrarlo han enfrentado la ira de espíritus guardianes y una oscuridad que parece vigilar el lugar desde las sombras.

Nudo

"El oro brilla bajo la luna, pero quien lo toca jamás verá el amanecer."

La historia se remonta al siglo XVII, cuando el temido pirata Amaro Pargo, una figura casi mítica en las Islas Canarias, ocultó parte de su fortuna en las playas de El Médano. Se dice que el corsario, conocedor de los secretos del océano, eligió este lugar no por azar, sino por su energía telúrica. Las crónicas hablan de un cofre repleto de monedas de plata, joyas robadas a galeones españoles y un cristal tallado con runas desconocidas, capaz de convocar fuerzas antiguas.

Sin embargo, el tesoro no estaba destinado a manos mortales. Los primeros en intentar recuperarlo fueron dos pescadores de Granadilla de Abona, quienes una noche de luna llena escucharon risas entre las dunas. Al seguir el sonido, encontraron una grieta en la tierra, de la que emanaba un brillo azulado. Al extender sus manos, uno de ellos gritó: "¡Está vivo!", antes de que la arena se tragara a ambos. Al día siguiente, solo hallaron sus redes, cubiertas de un polvo negro que se disolvió al contacto con el agua bendita.

En el siglo XIX, un noble inglés llegó a Tenerife con mapas robados de los archivos de Sevilla. Contrató a lugareños para excavar cerca del Roque de El Médano, pero al tercer día, los trabajadores abandonaron el lugar, hablando de figuras sin rostro que surgían de la nada. El extranjero insistió en continuar solo. Nunca se supo más de él, aunque los pastores juran que, en ciertas noches, se ve su silueta vagando por la playa, arrastrando cadenas invisibles.

Desenlace

Hoy, el misterio persiste. Científicos atribuyen las desapariciones a corrientes subterráneas o gases volcánicos, pero los ancianos de la isla advierten: el tesoro de Amaro Pargo está protegido por algo más antiguo que los piratas. Hablan de los guanches, los primeros habitantes de Tenerife, quienes sellaron en esas tierras a los demonios del mar con rituales olvidados. El oro, afirman, es solo el cebo de una trampa cósmica.

En 1998, un equipo de arqueólogos descubrió una cueva cerca de la playa con símbolos grabados en las paredes: serpientes entrelazadas y un sol devorado por las olas. No hallaron oro, pero uno de ellos registró en su diario: "Aquí el tiempo se dobla. Oímos cánticos en una lengua que no existe". La cueva fue cerrada al público por "riesgos geológicos", aunque algunos sospechan que fue por algo más.

La leyenda del tesoro de El Médano sigue viva, alimentada por turistas que fotografían orbes extraños en sus cámaras y por pescadores que evitan la zona al atardecer. Quizás el verdadero botín no sea el oro, sino la advertencia que encierra: hay secretos que el océano no está dispuesto a soltar, y maldiciones que el viento nunca se lleva.

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