El Tesoro de la Cueva de El Pinar – Riquezas ocultas en La Palma.

"Entre las grietas de la tierra, el oro brilla con luz propia, pero solo los locos se atreven a seguirlo."

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Introducción

En las profundidades de La Palma, una de las islas más enigmáticas del archipiélago canario, yace un misterio que ha cautivado a generaciones: El Tesoro de la Cueva de El Pinar. Según la leyenda, oculto entre las sombras de sus pasadizos rocosos, se esconde una fortuna incalculable, protegida por fuerzas que desafían la razón. Esta historia, transmitida en susurros junto a fogones y noches de luna llena, mezcla la riqueza cultural de las Islas Canarias con el terror ancestral que habita en lo desconocido.

Los antiguos pobladores de la isla, los benahoaritas, ya hablaban de una presencia sobrenatural en la zona, un espíritu guardián que castigaba a quienes osaban profanar el lugar. Con la llegada de los conquistadores, el mito se enriqueció con relatos de piratas, cofres malditos y almas en pena. Hoy, la cueva sigue siendo un símbolo de oscuridad y codicia, un recordatorio de que algunas riquezas no están destinadas a manos humanas.

Nudo

"Entre las grietas de la tierra, el oro brilla con luz propia, pero solo los locos se atreven a seguirlo."

Cuentan que, en el siglo XVII, un mercader adinerado llamado Don Alonso de Bethencourt llegó a La Palma con un cargamento de monedas y joyas robadas de galeones españoles. Temiendo ser descubierto, escondió su botín en las profundidades de la Cueva de El Pinar, un lugar ya temido por los lugareños. Según las crónicas, antes de abandonar la isla, Don Alonso pronunció una maldición: "Que la tierra reclame lo suyo, y que nadie que busque este oro vea la luz del día".

Años más tarde, un pastor llamado Tomás el Verodal afirmó haber encontrado la entrada secreta de la cueva. En su relato, describió un túnel que se estrechaba como "las fauces de un demonio", donde el aire olía a azufre y los ecos de pasos invisibles lo seguían. En el corazón de la gruta, vio montañas de monedas y una figura encapuchada que custodiaba el tesoro. Cuando huyó, juró que una voz susurró en lengua guanche: "No es tuyo".

Desde entonces, decenas de aventureros han intentado encontrar el tesoro. Algunos desaparecieron sin dejar rastro; otros enloquecieron, hablando de "luces que se mueven" y "manos frías" que los arrastraban hacia la oscuridad. Incluso en el siglo XX, expediciones científicas reportaron anomalías magnéticas y sonidos inexplicables, como si la cueva misma estuviera viva.

Desenlace

Hoy, la Cueva de El Pinar permanece sellada por las autoridades, no por ley, sino por el miedo. Los pocos que se atreven a acercarse de noche juran haber visto sombras alargadas danzando en las paredes rocosas, y algunos pastores afirman que, en las madrugadas más silenciosas, se oye el tintineo de monedas cayendo en un pozo sin fondo.

¿Fue Don Alonso víctima de su propia avaricia, o acaso despertó algo antiguo, algo que ya habitaba allí antes de que los humanos pisaran la isla? Los sabios de La Palma dicen que el verdadero tesoro no es el oro, sino la lección: hay misterios que deben permanecer intactos, secretos que la tierra guarda por una razón. Y así, entre el mito y la realidad, la leyenda pervive, alimentando el terror y la fascinación por lo oculto.

Tal vez, en algún rincón de esa cueva maldita, el espíritu del último benahoarita aún vigila, esperando a que otro codicioso caiga en la trampa. O quizás, solo quizás, el tesoro nunca existió... y lo que brilla en la oscuridad son los ojos de algo mucho más antiguo.

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