"Y entonces, la lava rugiente se detuvo ante un manto de nieve en pleno agosto…"
Introducción
En las brumas del tiempo, donde la historia se funde con el misterio, yace una de las leyendas más profundas de las Islas Canarias: la de La Virgen de las Nieves, patrona de La Palma. Esta narración, tejida entre la fe y lo sobrenatural, relata cómo la divinidad intervino para salvar a la isla de la furia desatada de la tierra. Entre volcanes humeantes y noches de oración, el relato evoca el poder de lo sagrado frente a la oscuridad de las fuerzas telúricas.
Nudo
"Y entonces, la lava rugiente se detuvo ante un manto de nieve en pleno agosto…"
Corría el año 1676 cuando La Palma tembló bajo el peso de una erupción volcánica. Desde las entrañas de Cumbre Vieja, un río de fuego avanzaba implacable hacia los pueblos de Santa Cruz de La Palma, devorando todo a su paso. Los habitantes, desesperados, clamaban al cielo mientras el humo ennegrecía el sol. Fue entonces cuando un grupo de fieles, guiados por un espíritu de esperanza, decidió sacar en procesión la imagen de La Virgen de las Nieves.
Según cuentan los ancianos, algo inexplicable sucedió aquella noche. Mientras la lava avanzaba, una fría neblina comenzó a envolver la montaña, y ante los ojos atónitos de los testigos, el fuego se detuvo justo frente a la imagen sagrada. Algunos juraron haber visto una figura femenina, vestida de blanco, extendiendo sus manos sobre el río incandescente. Otros hablaron de un susurro en el viento, una voz que decía: "No temas". Lo cierto es que, al amanecer, la lava había solidificado, formando un muro negro que aún hoy puede verse como testimonio del milagro.
Pero no todos aceptaron el prodigio con alegría. Entre las sombras, se murmuraba que aquel acto divino había despertado algo más… una maldición antigua, vinculada a los espíritus de los guanches, los primeros pobladores de la isla. Algunos pastores afirmaban haber visto figuras espectrales rondando el lugar, como si el velo entre los mundos se hubiera rasgado aquella noche.
Desenlace
Con el paso de los siglos, la leyenda de La Virgen de las Nieves se consolidó como un símbolo de protección para La Palma. Cada cinco años, su imagen es llevada en romería desde su santuario hasta la capital, en un recorrido que atraviesa los mismos parajes donde, según la tradición, obró el milagro. Sin embargo, los más supersticiosos advierten que, durante esas noches de procesión, se escuchan pasos invisibles entre la multitud, y que el viento lleva a veces el eco de un lamento antiguo.
Hoy, el Volcán de San Juan permanece en silencio, pero los palmeros saben que bajo sus pies late el corazón de fuego de la isla. La leyenda perdura como un recordatorio de que, en Canarias, la frontera entre lo divino y lo terrenal es tan delgada como la niebla que cubre las cumbres. Y aunque la ciencia busque explicaciones, hay quienes aún sienten que, en las noches de luna llena, algo —o alguien— vela desde las alturas.
Así, entre la fe y el misterio, la historia de La Virgen de las Nieves sigue viva, no solo en los altares, sino en el susurro del viento y en las sombras alargadas de los bosques de laurisilva. Porque en La Palma, lo sagrado y lo profano se entrelazan… y algunas verdades solo se revelan en la oscuridad.
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