El fantasma del Palacio Lercaro – Espíritu que habita en La Laguna.
Introducción
En el corazón de San Cristóbal de La Laguna, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza el Palacio Lercaro, una joya arquitectónica del siglo XVI que esconde entre sus muros una historia tan fascinante como escalofriante. Este edificio, hoy sede del Museo de Historia de Tenerife, es conocido no solo por su valor histórico, sino por albergar un espíritu que ha despertado la curiosidad de investigadores y valientes visitantes. La leyenda de Catalina Lercaro, una joven cuya trágica muerte marcó el destino del palacio, se entrelaza con murmullos de maldición, pasos fantasmales y una presencia que desafía el tiempo.
Nudo
Corría el año 1594 cuando la familia Lercaro, adinerados comerciantes genoveses, llegaron a Tenerife buscando prosperidad. Entre ellos estaba Catalina, una joven de belleza etérea y melancólica, cuyo padre arregló su matrimonio con un noble mayor que ella, buscando fortalecer su posición social. La tradición cuenta que, la noche antes de la boda, Catalina, desesperada por no poder escapar de su destino, se arrojó al pozo del patio interior del palacio, vistiendo aún su traje nupcial. Su cuerpo fue recuperado, pero su alma, dicen, nunca abandonó el lugar.
Desde entonces, los relatos se multiplican: sombras que se deslizan por los corredores, puertas que se cierran sin explicación y un frío repentino que envuelve a quienes se atreven a recorrer las estancias. Los empleados del museo juran haber visto a una figura femenina, vestida de blanco, flotando cerca del pozo maldito. Algunos incluso afirman haber escuchado suspiros y lamentos que emergen de la oscuridad, especialmente en las noches de luna llena, cuando el pasado parece despertar.
Investigadores de lo paranormal han documentado fenómenos inexplicables: grabaciones con voces distorsionadas, fotografías con manifestaciones ectoplasmáticas y bruscos cambios de temperatura en la habitación donde, según la leyenda, Catalina pasó sus últimas horas. El sótano, donde antiguamente se guardaban los cadáveres de la familia antes de su entierro, es considerado un epicentro de energía negativa. Allí, dicen, la presencia de la joven se intensifica, como si su espíritu aún buscara consuelo.
Desenlace
Con el paso de los siglos, el mito de Catalina Lercaro ha trascendido lo anecdótico para convertirse en un símbolo de la identidad lagunera. Algunos creen que su fantasma permanece atado al palacio por la violencia de su muerte, mientras que otros sugieren que su pena es el reflejo de una sociedad que negó su libertad. Sea cual sea la verdad, el palacio sigue siendo un imán para quienes buscan respuestas en el umbral entre lo real y lo sobrenatural.
Hoy, el museo ofrece visitas nocturnas que exploran su lado más misterioso, aunque pocos salen indemnes de la experiencia. Quienes se adentran en sus pasillos describen una presencia que los observa, como si los muros guardaran secretos que jamás serán revelados. La leyenda advierte: molestar a Catalina puede despertar su ira. Se dice que quienes se burlan de su historia o intentan profanar el pozo sufren inexplicables mareos, cortes misteriosos o sueños perturbadores.
El Palacio Lercaro sigue en pie, desafiando el tiempo y la razón, un recordatorio de que algunas historias no terminan con la muerte. Entre sus paredes, el eco de un lamento perdido en el viento susurra una advertencia: no todos los que entran salen igual. Y en la penumbra, quizás, una figura vestida de blanco espera, eternamente condenada a vagar entre sombras.
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