La Llorona del Barranco de Jinámar – Lamento en Gran Canaria.

"Cuando el viento calla y la luna se oculta tras las montañas, su llanto perfora el silencio… un sonido que nadie puede ignorar y que nadie logra olvidar."

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Introducción

En las profundidades de Gran Canaria, donde los barrancos susurran secretos ancestrales y la bruma envuelve los caminos como un manto de misterio, se esconde una leyenda que ha estremecido a generaciones: La Llorona del Barranco de Jinámar. Este relato, tejido entre la historia y el mito, habla de un espíritu atormentado cuyo lamento resuena en la oscuridad, arrastrando consigo el peso de una tragedia irredenta. La tradición oral canaria ha preservado esta narración, mezclando el dolor humano con lo sobrenatural, creando una atmósfera que desafía la frontera entre lo real y lo imposible.

Nudo

"Cuando el viento calla y la luna se oculta tras las montañas, su llanto perfora el silencio… un sonido que nadie puede ignorar y que nadie logra olvidar."

Cuentan los ancianos que, hace siglos, una joven llamada María habitaba en las cercanías del Barranco de Jinámar. De belleza etérea y corazón apasionado, su vida dio un giro trágico cuando un amor prohibido la llevó a un destino funesto. Engañada por un forastero que juró amor eterno, María quedó abandonada y deshonrada, cargando en su vientre el fruto de una unión maldita. La desesperación la consumió hasta que, en una noche de tormenta, arrojó a su hijo recién nacido al barranco, acto seguido de un grito desgarrador que partió el cielo.

Desde entonces, su espíritu vaga sin descanso, atrapado entre el remordimiento y la búsqueda de redención. Los lugareños afirman que, en las madrugadas más silenciosas, su figura espectral emerge de la niebla, vestida de blanco y con los ojos vacíos de vida. Su llanto, un sonido que hiela la sangre, se eleva desde las profundidades del barranco, como si la tierra misma llorara con ella. Algunos dicen que quien escucha su lamento está marcado por la maldición, condenado a cargar con su pena o a desaparecer en la oscuridad sin dejar rastro.

El Barranco de Jinámar, ya de por sí un lugar de paisaje agreste y belleza melancólica, se convirtió en un escenario de temor. Los pastores evitan sus senderos al anochecer, y los niños son advertidos de no acercarse a sus bordes. Sin embargo, hay quienes, movidos por la curiosidad o el destino, han intentado descifrar el enigma. Algunos juran haber visto su sombra deslizarse entre las piedras; otros hablan de voces susurrantes que repiten un nombre en el viento: "María…".

Desenlace

Con el paso del tiempo, la leyenda de La Llorona ha trascendido el ámbito local, convirtiéndose en un símbolo del folclore canario. Pero más allá de su fama, el relato guarda una advertencia: hay dolores tan profundos que ni la muerte puede silenciarlos. Algunos creen que el espíritu de María solo encontrará paz cuando alguien sea capaz de rescatar el cuerpo de su hijo de las aguas del barranco, aunque nadie se ha atrevido a intentarlo. Otros sostienen que su presencia es un recordatorio de las consecuencias del desamor y la traición.

Lo cierto es que, en las noches de luna nueva, cuando el viento baja desde las cumbres y las sombras se alargan, algo en el Barranco de Jinámar sigue vivo. Un lamento que atraviesa el tiempo, una historia que no ha encontrado su final. Y así, entre el mito y la realidad, La Llorona continúa su eterna vigilia, convertida en parte del alma de Gran Canaria, un eco del pasado que persiste en el presente.

Quizás, como dicen los más viejos del lugar, algunas historias no están destinadas a terminar… porque hay penas que ni siquiera la muerte puede borrar.

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