"Cuando la luna se tiñe de rojo sobre La Guirra, los muertos caminan y el oro llora."
Introducción
En las costas áridas de Fuerteventura, donde el viento susurra secretos ancestrales y las olas golpean con furia contra los acantilados, yace una leyenda que ha persistido por siglos: el tesoro de la Playa de La Guirra. Se dice que entre las dunas y las rocas negras, oculto bajo la oscuridad de la noche, reposa un botín pirata maldito, custodiado por fuerzas sobrenaturales. Esta historia, tejida con hilos de misterio y codicia, ha seducido a aventureros y espantado a los lugareños, quienes juran que el espíritu de los saqueadores aún vaga por esas tierras.
Nudo
"Cuando la luna se tiñe de rojo sobre La Guirra, los muertos caminan y el oro llora."
Corría el siglo XVII cuando un navío pirata, cargado con riquezas robadas de galeones españoles, naufragó frente a las costas de Fuerteventura. Los supervivientes, liderados por el temible capitán Eduardo "El Sanguinario", enterraron su botín en las arenas de La Guirra, jurando regresar por él. Pero la muerte los alcanzó antes, víctimas de una traición o, como murmuran algunos, de una maldición lanzada por un brujo africano cuya hija habían secuestrado.
Desde entonces, los pescadores de la zona cuentan historias de luces errantes sobre la playa, sombras que se desvanecen entre la bruma y gritos ahogados por el rugir del mar. Se dice que quien se atreve a buscar el tesoro es perseguido por la sombra de El Sanguinario, un espectro con ojos vacíos y un sable oxidado que clama venganza. En 1892, un mercenario inglés desapareció sin dejar rastro; solo se halló su diario, con una última entrada desgarradora: "El oro no es oro, sino dientes. Los muertos no descansan."
La leyenda se enriqueció con el tiempo: algunos aseguran que el tesoro está protegido por los Tibicenas, criaturas demoníacas de la mitología canaria que toman forma de perros negros con ojos llameantes. Otros hablan de una señal en la arena, una runa que solo aparece en las noches sin luna, marcando el lugar exacto del enterramiento. Pero quienes la han seguido jamás regresan.
Desenlace
En 1954, un grupo de arqueólogos llegó a La Guirra con mapas antiguos y herramientas modernas. Excavaron durante días hasta encontrar un cofre medio podrido. Al abrirlo, no hallaron monedas ni joyas, sino un espejo roto y un hueso humano tallado con símbolos desconocidos. Esa misma noche, uno de ellos enloqueció, gritando que El Sanguinario lo llamaba desde el mar. Los demás abandonaron la isla al amanecer, jurando no volver jamás.
Hoy, la playa sigue allí, inmutable bajo el sol canario. Los viejos del lugar advierten a los curiosos: "El tesoro no es para los vivos". Quizás el verdadero botín no sea el oro, sino la lección de que algunas historias deben permanecer enterradas. Y así, entre el mito y la realidad, el espíritu de La Guirra sigue acechando, esperando al próximo imprudente que desafíe su oscuridad.
La leyenda perdura, como el viento que barre las dunas: implacable, eterno y cargado de ecos del pasado. Porque en Fuerteventura, la frontera entre lo humano y lo sobrenatural es tan delgada como la línea del horizonte al atardecer.
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