"Cuando el viento calla y la luna se esconde, su llanto rasga la noche como un cuchillo en el silencio."
Introducción
En el corazón de Gran Canaria, donde los barrancos se entrelazan como cicatrices en la tierra, se esconde una leyenda que ha sobrevivido al paso de los siglos. El Barranco de El Toscal, un lugar de sombras profundas y ecos perdidos, guarda el misterio de un espíritu atormentado: La Llorona. Este relato, tejido entre el lamento del viento y la bruma de las noches sin luna, habla de una maldición que aún hoy estremece a quienes se aventuran cerca de sus aguas.
Las crónicas orales de los ancianos cuentan que, hace siglos, una mujer de nombre María vivía en una aldea cercana al barranco. Su belleza era tan grande como su tragedia, y su historia se mezcla con los susurros de lo sobrenatural. Lo que comenzó como un amor apasionado terminó en un juramento que trascendió la muerte, dejando una huella imborrable en el paisaje y en el alma de la isla.
Nudo
"Cuando el viento calla y la luna se esconde, su llanto rasga la noche como un cuchillo en el silencio."
La leyenda narra que María, desesperada por la pérdida de su amado, un pescador devorado por el mar en una tormenta, vagó sin consuelo por las orillas del barranco. Las noches se volvieron eternas para ella, y su dolor se transformó en una obsesión. Dicen que pactó con fuerzas oscuras, invocando una maldición para que las aguas del barranco le devolvieran a su amor… o arrastraran a otros a su misma desdicha.
Con el tiempo, su figura se desvaneció entre los riscos, pero su presencia nunca abandonó el lugar. Los pastores que transitaban al amanecer juran haber visto una silueta espectral, vestida de blanco y con los ojos vacíos, vagando junto al cauce. Su llanto, un sonido que helaba la sangre, se confundía con el rumor del agua. Quienes lo escuchaban quedaban marcados: algunos enloquecían, otros desaparecían sin dejar rastro.
El Barranco de El Toscal se convirtió en un sitio maldito. Las madres prohibían a sus hijos acercarse al atardecer, y los viajeros evitaban sus senderos solitarios. Sin embargo, en las noches de luna nueva, el lamento de La Llorona se intensificaba, como si el mismo territorio gritara su agonía. Algunos valientes —o temerarios— intentaron seguir el origen del llanto, pero ninguno regresó para contarlo.
Desenlace
La leyenda persiste, alimentada por testimonios escalofriantes. En 1987, un grupo de excursionistas afirmó haber visto a una mujer de cabellos negros y rostro desfigurado, arrodillada junto a una poza de aguas oscuras. Uno de ellos, en un acto de inconsciencia, intentó acercarse. Esa misma noche, desapareció sin explicación. Su cuerpo nunca fue hallado, aunque los lugareños insisten en que, a veces, su voz se une al coro de lamentos que emerge del barranco.
Hoy, El Toscal sigue siendo un lugar de peregrinaje para curiosos y estudiosos de lo paranormal. Algunos aseguran que La Llorona no es un espíritu vengativo, sino una alma en pena que busca redención. Otros, en cambio, creen que su maldición sigue viva, esperando a quien se atreva a interrumpir su duelo eterno.
Lo único cierto es que, cuando la bruma desciende sobre el barranco y el viento deja de soplar, algo —o alguien— sigue llorando en la oscuridad. Y quizás, en ese instante, la frontera entre lo real y lo sobrenatural se desvanece para siempre.
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