El Tesoro de la Cueva de San Marcos – Riquezas ocultas en Tenerife.

"En la oscuridad de la cueva, el eco de pasos perdidos se confunde con el latido del que se atreve a desafiar al destino."

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Introducción

En las entrañas de Tenerife, donde el viento susurra secretos ancestrales y las sombras de los antiguos guanches aún parecen merodear, se esconde una leyenda que ha cautivado a exploradores y soñadores por siglos: El Tesoro de la Cueva de San Marcos. Este relato, tejido entre la bruma de la historia y el misterio, habla de riquezas incalculables ocultas bajo la tierra volcánica, custodiadas por fuerzas que desafían la razón. No es solo una historia de oro y piedras preciosas, sino de maldiciones, valentía y el eterno conflicto entre la codicia humana y lo sobrenatural.

Nudo

"En la oscuridad de la cueva, el eco de pasos perdidos se confunde con el latido del que se atreve a desafiar al destino."

Cuentan los ancianos que, tras la conquista de las islas, un grupo de guanches rebeldes, liderados por el valiente Achamán, ocultó en las profundidades de la Cueva de San Marcos un tesoro robado a los invasores: cofres repletos de monedas de oro, joyas engastadas con gemas de fuego y objetos sagrados tallados en obsidiana. Pero no lo hicieron sin protección. Antes de huir, los guerreros invocaron al espíritu de Guayota, el demonio de las tinieblas, para que maldijera a quien osara profanar el lugar.

Siglos después, en la época colonial, un mercenario español llamado Diego de Almagro, obsesionado con las historias de riquezas perdidas, reunió a un grupo de hombres para adentrarse en la cueva. Las crónicas hablan de cómo, al cruzar el umbral, las antorchas comenzaron a apagarse sin razón, y un frío sobrenatural se apoderó de sus huesos. Entre las sombras, algunos juraron haber visto ojos brillantes observándoles, mientras otros escucharon risas que no eran humanas. Solo Almagro logró salir, enloquecido, balbuceando sobre "seres de piedra" que se movían en la oscuridad. Murió días después, sin revelar la ubicación exacta del tesoro.

Desde entonces, muchos han intentado encontrar el botín. Algunos desaparecieron sin dejar rastro; otros enloquecieron, hablando de una mujer de blanco que flotaba sobre las rocas, advirtiéndoles con un dedo huesudo sobre su condena. Los pocos que regresaron con vida describieron puertas que se cerraban solas, voces que susurraban en lengua guanche y un oro que, al tocarlo, se convertía en ceniza.

Desenlace

Hoy, la Cueva de San Marcos sigue siendo un lugar de peregrinación para los buscadores de lo oculto, aunque los lugareños advierten: el tesoro no está destinado a manos mortales. Dicen que en las noches de luna llena, cerca de la entrada, aún se escuchan los lamentos de Almagro y el crujir de huesos arrastrándose por los túneles. Algunos aseguran que el espíritu de Achamán vela por su pueblo, y que el oro solo será revelado cuando Tenerife recupere su libertad perdida.

La leyenda persiste, alimentada por el misterio y el temor a lo desconocido. ¿Existe realmente el tesoro, o es solo una metáfora de lo que los hombres están dispuestos a perder por ambición? Quizás la respuesta yace en la propia cueva, entre sus grietas negras como el carbón, donde el tiempo parece haberse detenido y las sombras guardan sus secretos con celo eterno.

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