"En las noches de luna llena, cuando el viento calla y las sombras se alargan, aún se escucha su risa entre las piedras de El Risco."
Introducción
En las entrañas de Gran Canaria, donde los acantilados de El Risco se alzan como guardianes de secretos ancestrales, yace una leyenda que ha sobrevivido al paso de los siglos. La historia de La Bruja de la Cueva de El Risco es un relato tejido con hilos de misterio, oscuridad y un poder sobrenatural que aún hoy susurra en el viento. Esta hechicera, cuyo nombre se ha perdido en el tiempo, era temida y reverenciada por los habitantes de la isla, quienes atribuían a sus conjuros tanto la fertilidad de las tierras como las desgracias que azotaban sus hogares.
La cueva que habitaba, un lugar de energía ancestral, era evitado por los lugareños, quienes creían que en su interior resonaban los lamentos de aquellos que osaron desafiar su voluntad. La leyenda, transmitida de generación en generación, habla de una mujer que pactó con fuerzas desconocidas, sellando su destino entre las sombras de la tierra y el fuego de los volcanes.
Nudo
"En las noches de luna llena, cuando el viento calla y las sombras se alargan, aún se escucha su risa entre las piedras de El Risco."
Cuentan que La Bruja no siempre fue un espíritu de temor. En su juventud, fue una curandera, conocedora de los secretos de las hierbas y los ritos de sanación. Pero algo cambió en ella. Algunos dicen que fue la pérdida de su amor lo que la llevó a adentrarse en lo prohibido; otros, que siempre albergó un corazón oscuro. Lo cierto es que, con el tiempo, sus pócimas dejaron de sanar y comenzaron a maldecir. Los animales morían sin explicación, las cosechas se pudrían y los niños desaparecían en la niebla.
Los ancianos del pueblo hablaban de rituales nocturnos en los que La Bruja invocaba a seres que no pertenecían a este mundo. Se decía que, en lo más profundo de la cueva, había un espejo de agua negra donde conversaba con sombras que le susurraban secretos prohibidos. Aquellos que se atrevían a acercarse a su morada juraron haber visto luces danzantes y escuchado cantos en una lengua olvidada.
El momento culminante de su leyenda llegó cuando un grupo de valientes, hartos de sus maleficios, decidió enfrentarla. Armados con crucifijos y hierbas benditas, descendieron a la cueva bajo la luz de una luna menguante. Lo que encontraron allí nadie lo relata con certeza. Algunos dicen que La Bruja los maldijo antes de desaparecer en un remolino de humo; otros, que simplemente se rió, asegurando que su maldición viviría por siempre en aquellas tierras.
Desenlace
Con el paso de los años, la cueva de El Risco quedó sellada por el miedo. Nadie volvió a habitar sus profundidades, pero las historias persistieron. Hoy, los pastores que recorren esos parajes juran que, en las noches de tormenta, una figura femenina de ojos brillantes vigila desde las alturas. Los más supersticiosos afirman que sus hechizos aún afectan a quienes perturban el silencio de la montaña.
La leyenda de La Bruja de la Cueva de El Risco es más que un relato de terror; es un recordatorio del poder de la tradición oral y de cómo lo sobrenatural se entrelaza con la historia de Gran Canaria. Su espíritu, ya sea real o imaginado, sigue siendo parte del paisaje, un misterio que resiste al olvido y que, como el viento que azota los riscos, nunca termina de desvanecerse.
Quizás, en algún rincón oculto de la isla, susurros ancestrales aún aguardan a quien se atreva a escucharlos. Pero, como advierten los viejos del lugar: "No todas las cuevas deben ser exploradas, y no todas las voces merecen una respuesta".
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