Guayota y el Teide – El demonio que habita en el volcán.
Introducción
En el corazón de Tenerife, donde la tierra se eleva hacia el cielo en forma de un coloso de fuego y piedra, yace una de las leyendas más antiguas y oscuras de las Islas Canarias. El Teide, ese gigante dormido que domina el paisaje, no siempre fue un símbolo de belleza y majestuosidad. Según los antiguos guanches, los primeros habitantes de las islas, el volcán era la morada de Guayota, el demonio que reinaba en las entrañas de la tierra, un ser de oscuridad y fuego que sembraba el terror entre los mortales.
Esta leyenda, transmitida de generación en generación, habla de una época en la que el sol desapareció del firmamento, sumiendo al mundo en una noche eterna. Los guanches, desesperados, buscaron respuestas en sus chamanes, quienes revelaron que Guayota había secuestrado al dios Magec, la deidad del sol, y lo había encerrado en las profundidades del Teide. Así comenzó una batalla entre la luz y la oscuridad, entre los hombres y el espíritu maligno que habitaba en el volcán.
Nudo
La leyenda cuenta que Guayota no era un simple demonio, sino la encarnación misma del caos. Su presencia en el Teide se manifestaba en los rugidos del volcán, en las lenguas de fuego que escapaban de sus grietas y en las sombras que pareían moverse entre las rocas. Los guanches creían que quien se atrevía a acercarse demasiado a la montaña era arrastrado al inframundo, donde el demonio lo torturaría por toda la eternidad.
En su desesperación, los guanches acudieron a Achamán, el dios supremo de su panteón. Convocando toda su fuerza divina, Achamán descendió desde los cielos y se enfrentó a Guayota en una batalla épica. La tierra tembló, el mar se agitó y el aire se llenó de relámpagos mientras los dos seres inmortales luchaban por el destino del mundo. Finalmente, Achamán logró derrotar al demonio, liberando a Magec y devolviendo la luz al firmamento.
Pero Guayota no fue destruido. En lugar de ello, Achamán lo selló dentro del Teide, condenándolo a permanecer prisionero en las entrañas del volcán. Desde entonces, se dice que los rugidos del Teide son los lamentos del demonio, que aún intenta escapar de su prisión de roca y fuego. Los guanches, temiendo su regreso, ofrecían sacrificios en las laderas del volcán para aplacar su ira.
Desenlace
Aunque el tiempo ha convertido al Teide en un símbolo de belleza natural y en un destino turístico, la leyenda de Guayota sigue viva en la memoria de los canarios. Algunos aseguran que, en las noches de luna llena, se pueden escuchar susurros en el viento, voces que provienen del interior de la montaña. Otros juran haber visto sombras moviéndose entre las fumarolas, como si el demonio aún acechara, esperando su momento para regresar.
El Teide, con su imponente presencia, sigue siendo un recordatorio de aquel misterio ancestral. ¿Yace Guayota realmente en su interior, o es solo una metáfora del poder indomable de la naturaleza? Sea como sea, la leyenda perdura, alimentando el miedo y la fascinación por el volcán más emblemático de Canarias. Quizás, en algún momento, el demonio despierte de nuevo, y entonces los hombres recordarán por qué sus ancestros temblaban ante el nombre de Guayota.
Hoy, los visitantes que suben al Teide pueden sentir, aunque sea por un instante, ese escalofrío que recorre la espalda cuando el viento silba entre las rocas. Porque, en el fondo, todos saben que algunas historias no son solo cuentos… y que algunas maldiciones nunca terminan del todo.
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