La Luz de la Atalaya – Fuego fatuo en Santa Cruz de La Palma.

"Cuando la noche es más negra y el viento calla, la luz danza sobre las piedras, como si el mismo diablo respirara entre las sombras."

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Introducción

En las brumas del tiempo, donde la historia se entrelaza con el misterio, yace una de las leyendas más inquietantes de Santa Cruz de La Palma: La Luz de la Atalaya. Este fenómeno, descrito como un fuego fatuo, ha sido testigo de generaciones de palmeros que, entre el asombro y el temor, han intentado descifrar su origen. Algunos lo atribuyen a los espíritus de antiguos navegantes perdidos; otros, a una maldición olvidada. Lo cierto es que, cuando la oscuridad cubre el barranco de La Atalaya, algo sobrenatural parece despertar.

Nudo

"Cuando la noche es más negra y el viento calla, la luz danza sobre las piedras, como si el mismo diablo respirara entre las sombras."

Cuentan los ancianos que, siglos atrás, un marinero llamado Damián el Rojo regresó a la isla tras años de ausencia, cargado de riquezas y secretos. Su mirada, antes alegre, se había vuelta opaca, y murmuraba en lenguas desconocidas. Una noche, desapareció sin rastro cerca del barranco, y desde entonces, una luz espectral aparece en el mismo lugar donde fue visto por última vez. Los pastores juran haber escuchado susurros entre las rocas, voces que repiten su nombre en un suspiro helado.

La leyenda cobró fuerza en el siglo XVIII, cuando un grupo de campesinos aseguró haber visto la figura de un hombre envuelto en llamas azules, caminando hacia el mar. Al seguirlo, la luz se desvanecía, dejando solo un rastro de cenizas frías. Los más supersticiosos afirman que Damián hizo un pacto con fuerzas oscuras para obtener su fortuna, y que su espíritu está condenado a vagar, atrayendo a los incautos hacia su mismo destino.

En 1893, el escritor Antonio de Viana recogió testimonios de pescadores que, al anochecer, veían "luces que se hundían en el agua como almas en pena". La ciencia ha intentado explicarlo como gas de pantano o reflejos lunares, pero ningún argumento logra disipar el escalofrío que recorre la espalda de quien presencia el fenómeno.

Desenlace

Hoy, La Luz de la Atalaya sigue siendo un enigma. Algunos aventureros se adentran en el barranco buscando respuestas, pero pocos regresan sin una historia que contar. Se dice que quienes logran verla de cerca escuchan una risa ahogada y sienten un frío que "no es de este mundo". Otros juran que, si miras fijamente la luz, puedes distinguir los ojos de Damián, ardiendo en silencio.

La leyenda perdura como un recordatorio de que, en Canarias, la frontera entre lo real y lo sobrenatural es tan delgada como la neblina que cubre los riscos al amanecer. Quizás, como murmuran los viejos del lugar, algunas almas nunca encuentran paz, y su luz sigue buscando algo—o alguien—que nunca podrá alcanzar.

Así, el fuego fatuo de Santa Cruz de La Palma sigue danzando en la noche, eterno e inalcanzable, como un suspiro del pasado que se niega a desaparecer.

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